Al señor Lee Kuan Yew no le pronostico muchos meses de vida, y lo cierto es que, dada su avanzada edad, será difícil que yerre en la previsión. Pero eso no me preocupa demasiado: ha alcanzado una edad digna y ha llevado a cabo magnánimamente su Obra. Lo que molesta un poco es que este hombre vaya a pasar a mejor vida sin que la inmensa mayoría de los mortales sepan de su existencia y su silenciosa y trabajosa hazaña: llevar la prosperidad y mayores posibilidades de felicidad a un punto hostil y sin recursos del globo terráqueo.
Y es que mientras Chávez y Thatcher se han llevado insultos y elogios por igual tras sus proclamados óbitos, dependiendo del filtro ideológico del que abriera la boca, la muerte de este hombre -sospecho- va a pasar inadvertida -entre otras cosas, porque su pragmatismo heterodoxo no abraza ni la fe socialista ni el darwinismo neoliberal-, y sus ideas acerca de cómo llevar las riendas del gobierno de una ciudad-estado, aunque no hayan sido sistematizadas, bien merecen que se conozcan, se discutan y se comenten a través de sus hechos. Y para ello, es necesario hablar de la historia reciente de una minúscula isla llamada Singapur.
Singapur, donde culmina la península malaya, fue expulsada de la recién independizada Federación de Malasia en 1965 tras los disturbios interétnicos entre malayos y chinos de 1964. Lee Kuan Yew se encontró, sin querer, siendo presidente de una minúscula porción de tierra sin recursos propios, llena de tensiones sociales, enclavada entre dos vecinos hostiles y con pocas perspectivas de futuro. LKY se vio obligado a tomar medidas de emergencia que posibilitaran la viabilidad del pequeño territorio:
1. Buscar reconocimiento internacional. Y la encontró pronto: la legitimidad y la búsqueda de aliados poderosos defendió el territorio de ataques foráneos.
2.. Liberalizar la economía para atraer inversiones extranjeras. Aún a día de hoy, Singapur es el país del mundo con el mayor índice de libertad económica. Sus vecinos obligan insensatamente a que las empresas extranjeras busquen un socio local que posea el 51% de la inversión. Así les ha ido, y así les va.: son carnaza para las oligarquías.
3. Utilizar con la mayor rentabilidad la situación estratégica de su puerto. Los réditos que les proporcionó fueron reinvertidos en obra pública y facilitar la implantación de manufacturas.
4. Llevar a cabo un ambicioso proyecto de planeamiento urbanístico. Una visita al Museo Nacional de Singapur es bastante instructiva acerca de cómo lograr que un lugar lleno de casuchas inmundas, esteros sucios y caminos de fango se convierta en uno de los lugares más habitables del planeta.
Y es que mientras Chávez y Thatcher se han llevado insultos y elogios por igual tras sus proclamados óbitos, dependiendo del filtro ideológico del que abriera la boca, la muerte de este hombre -sospecho- va a pasar inadvertida -entre otras cosas, porque su pragmatismo heterodoxo no abraza ni la fe socialista ni el darwinismo neoliberal-, y sus ideas acerca de cómo llevar las riendas del gobierno de una ciudad-estado, aunque no hayan sido sistematizadas, bien merecen que se conozcan, se discutan y se comenten a través de sus hechos. Y para ello, es necesario hablar de la historia reciente de una minúscula isla llamada Singapur.
Singapur, donde culmina la península malaya, fue expulsada de la recién independizada Federación de Malasia en 1965 tras los disturbios interétnicos entre malayos y chinos de 1964. Lee Kuan Yew se encontró, sin querer, siendo presidente de una minúscula porción de tierra sin recursos propios, llena de tensiones sociales, enclavada entre dos vecinos hostiles y con pocas perspectivas de futuro. LKY se vio obligado a tomar medidas de emergencia que posibilitaran la viabilidad del pequeño territorio:
1. Buscar reconocimiento internacional. Y la encontró pronto: la legitimidad y la búsqueda de aliados poderosos defendió el territorio de ataques foráneos.
2.. Liberalizar la economía para atraer inversiones extranjeras. Aún a día de hoy, Singapur es el país del mundo con el mayor índice de libertad económica. Sus vecinos obligan insensatamente a que las empresas extranjeras busquen un socio local que posea el 51% de la inversión. Así les ha ido, y así les va.: son carnaza para las oligarquías.
3. Utilizar con la mayor rentabilidad la situación estratégica de su puerto. Los réditos que les proporcionó fueron reinvertidos en obra pública y facilitar la implantación de manufacturas.
4. Llevar a cabo un ambicioso proyecto de planeamiento urbanístico. Una visita al Museo Nacional de Singapur es bastante instructiva acerca de cómo lograr que un lugar lleno de casuchas inmundas, esteros sucios y caminos de fango se convierta en uno de los lugares más habitables del planeta.
5. Declarar el inglés, el mandarín, el tamil y el malayo lenguas oficiales, con predominio de la primera en el sistema educativo.
6. Proporcionar una vivienda a los habitantes a través del House Development Board teniendo en cuenta cuotas étnicas con el fin de facilitar la integración racial, impedir la formación de guetos y prevenir la violencia étnica. Este programa eliminó en quince años la existencia de infraviviendas y mejoró la higiene.
7. Garantizar el gobierno de los mejores: meritocracia política. En este sentido, los sucesivos ministros de asuntos exteriores se han caracterizado por la brillantez de sus discursos y la sensatez geoestratégica.
8. Severidad penal para los autores de delitos. Los índices de delincuencia son mínimos.
9. Convertir Singapur en un ciudad-estado de seguridad jurídica y financiera para atraer manufacturas y ofrecer servicios bancarios.
10. Potenciar el turismo a través de la creación de obras arquitectónicas de relevancia mundial y el diseño de una ciudad verde. Singapur tiene unos estándares de vida excepcionales.
11. Incentivar el uso del transporte público con un sistema eficiente, rápido y barato, e imponiendo impuestos gravosos a los usuarios de transporte privado.
12.. Crear instituciones educativas y de atención sanitaria de la máxima calidad.
6. Proporcionar una vivienda a los habitantes a través del House Development Board teniendo en cuenta cuotas étnicas con el fin de facilitar la integración racial, impedir la formación de guetos y prevenir la violencia étnica. Este programa eliminó en quince años la existencia de infraviviendas y mejoró la higiene.
7. Garantizar el gobierno de los mejores: meritocracia política. En este sentido, los sucesivos ministros de asuntos exteriores se han caracterizado por la brillantez de sus discursos y la sensatez geoestratégica.
8. Severidad penal para los autores de delitos. Los índices de delincuencia son mínimos.
9. Convertir Singapur en un ciudad-estado de seguridad jurídica y financiera para atraer manufacturas y ofrecer servicios bancarios.
10. Potenciar el turismo a través de la creación de obras arquitectónicas de relevancia mundial y el diseño de una ciudad verde. Singapur tiene unos estándares de vida excepcionales.
11. Incentivar el uso del transporte público con un sistema eficiente, rápido y barato, e imponiendo impuestos gravosos a los usuarios de transporte privado.
12.. Crear instituciones educativas y de atención sanitaria de la máxima calidad.
La lista podría ampliarse, pero lo relevante está, me parece, ahí -perdonado el pecado de la simplificación. Lee Kuan Yew ha prescindido de las ideologías -y no porque no las conozca: estudió en la London School of Economics- y se ha enfrentado durante tres décadas a los problemas de Singapur ofreciendo soluciones prácticas y teniendo como horizonte en todo momento llevar la prosperidad a los ciudadanos de Singapur: crear, en definitiva, un lugar poblado de clases medias.
Uno de los aspectos más destacados de su impronta como gobernante es la ausencia de cualquier forma de clientelismo: en Singapur prima la meritocracia y la corrupción es casi inexistente. Los sucesivos ministros designados por el PAP (People's Action Party) han sido elegidos por su idoneidad: el objetivo es que en cada cartera esté la persona más capaz, pertenezca o no al partido (eso incluye mucho más que un currículum brillante). LKY afirma que para que evitar que los mejores rehuyan del servicio público y no opten por el mejor remunerado y más anónimo sector privado deben ser extraordinariamente bien pagados, algo que, por cierto, no está muy bien visto entre los ciudadanos europeos: la consecuencia es que los ministros de Singapur tienen los salarios más altos de todo el planeta. Huelga decir que si los europeos tuvieran claro y fuera conscientes de que los políticos que los representan y toman decisiones vitales para su país y para sus vidas son personas especializadas en el área encargada, honestas, comprometidas, entregadas, buenos comunicadores, conocedores de varias lenguas, de clara inteligencia y cumplidores de promesas -¡casi nada!-, no habría obstáculo para que sus salarios fueran formidables; pero todos sabemos la falta de meritocracia interna de los partidos políticos.
Uno de los aspectos más destacados de su impronta como gobernante es la ausencia de cualquier forma de clientelismo: en Singapur prima la meritocracia y la corrupción es casi inexistente. Los sucesivos ministros designados por el PAP (People's Action Party) han sido elegidos por su idoneidad: el objetivo es que en cada cartera esté la persona más capaz, pertenezca o no al partido (eso incluye mucho más que un currículum brillante). LKY afirma que para que evitar que los mejores rehuyan del servicio público y no opten por el mejor remunerado y más anónimo sector privado deben ser extraordinariamente bien pagados, algo que, por cierto, no está muy bien visto entre los ciudadanos europeos: la consecuencia es que los ministros de Singapur tienen los salarios más altos de todo el planeta. Huelga decir que si los europeos tuvieran claro y fuera conscientes de que los políticos que los representan y toman decisiones vitales para su país y para sus vidas son personas especializadas en el área encargada, honestas, comprometidas, entregadas, buenos comunicadores, conocedores de varias lenguas, de clara inteligencia y cumplidores de promesas -¡casi nada!-, no habría obstáculo para que sus salarios fueran formidables; pero todos sabemos la falta de meritocracia interna de los partidos políticos.
LKY ha despertado controversia por afirmaciones que en el mundo occidental son consideradas poco políticamente correctas. Entre ellas, su idea de poner el buen gobierno por encima de la democracia. LKY ha dicho repetidamente que la democracia es la vaca sagrada de Occidente, un concepto intocable, y que su mayor mérito es posibilitar el cambio de poder sin recurrir a la violencia, que no es poco. Pero igualmente afirma que el voto de la mayoría no garantiza el aristotélico y sensato gobierno de los mejores, sino que garantiza normalmente un gobierno de paz y con pocos sobresaltos. LKY recurre asíduamente al ejemplo de Filipinas, donde el ejercicio de la democracia no ha incidido en una mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos, ya que gobiernan oligarquías familiares, actores y personajillos famosos votados por un populacho pobre e ignorante.
El gobierno del PAP ha sido indisputado desde que llegaron al poder y los detractores de Singapur lo consideran una dictadura encubierta. Pero lo cierto es que el PAP viene ganando las elecciones transparentemente desde los inicios -Transparency International no tiene dudas al respecto-, y lo hace porque, en palabras de LKY, practican el buen gobierno y tienen a los más capaces; esto es, todas las decisiones políticas van encaminadas al mejoramiento de toda la sociedad de Singapur, sin injerencias de intereses privados: tienen claro que lo primero es crear riqueza y, después, se distribuye justa y cuerdamente: nada de subvencionismo.
El gobierno del PAP ha sido indisputado desde que llegaron al poder y los detractores de Singapur lo consideran una dictadura encubierta. Pero lo cierto es que el PAP viene ganando las elecciones transparentemente desde los inicios -Transparency International no tiene dudas al respecto-, y lo hace porque, en palabras de LKY, practican el buen gobierno y tienen a los más capaces; esto es, todas las decisiones políticas van encaminadas al mejoramiento de toda la sociedad de Singapur, sin injerencias de intereses privados: tienen claro que lo primero es crear riqueza y, después, se distribuye justa y cuerdamente: nada de subvencionismo.
Los que arguyen que Singapur es, simplemente, una isla de dispendio, capitalismo y consumismo, ignoran que la pequeña nación gasta un 20% de su presupuesto anual en educación, que el 97% de los estudiantes reciben, además, clases particulares para reforzar conocimientos, que en los billetes de dos dólares -los más frecuentes en Singapur- hay una escena de niños aprendiendo en la escuela con el lema "Education" y que existe una clara de conciencia de que sin una cultura del esfuerzo y el conocimiento es imposible llegar a nada en la vida. Sin el cultivo y la búsqueda del talento -idea clave del pragmatismo de LKY-, Singapur no habría encontrado viabilidad alguna. Y cuando no se consigue el talento en casa, el gobierno no tienen problema en atraer a expatriados para que sirvan en las instituciones públicas, universidades y empresas del país. El sistema educativo de Singapur, en todas sus fases, aparece en los lugares más altos de todos los ránkings. Cuba lleva años vanagloriándose de haber acabado con el analfabetismo en la isla, cuando otros países lo han logrado ampliamente sin adoctrinamiento ideológico y sin recortes de libertades individuales.
No puedo casar con ciertas leyes de Singapur: existe la pena de muerte y el castigo físico (latigazos), está prohibida la homosexualidad (aunque la ley no se aplica), los discapacitados son apartados del sistema educativo y los bancos practican una deliberada opacidad (Singapur es, hoy por hoy, un paraíso fiscal), pero hoy por hoy, me parece que este puntito de Asia es uno de los mejores lugares para vivir, desarrollarse profesionalmente y tener hijos. Y lo mejor de todo es que, por ahora, el legado de buen gobierno inculcado por el viejo Lee Kuan Yew ha calado lo suficientemente en la sociedad y en los políticos como para que, a no ser que injerencias externas de calibre actúen en esta dinámica región, Singapur siga siendo una isla de paz y bienestar, al menos, durante algunas decadas más.
No puedo casar con ciertas leyes de Singapur: existe la pena de muerte y el castigo físico (latigazos), está prohibida la homosexualidad (aunque la ley no se aplica), los discapacitados son apartados del sistema educativo y los bancos practican una deliberada opacidad (Singapur es, hoy por hoy, un paraíso fiscal), pero hoy por hoy, me parece que este puntito de Asia es uno de los mejores lugares para vivir, desarrollarse profesionalmente y tener hijos. Y lo mejor de todo es que, por ahora, el legado de buen gobierno inculcado por el viejo Lee Kuan Yew ha calado lo suficientemente en la sociedad y en los políticos como para que, a no ser que injerencias externas de calibre actúen en esta dinámica región, Singapur siga siendo una isla de paz y bienestar, al menos, durante algunas decadas más.